lunes, 26 de abril de 2010

Mi karma, mi condena

Hace algún tiempo atrás, me rodeaba con gente de no tan puras intenciones. Era joven, inexperto y maleable. Ya lo dice el dicho: dime con quién andas y te diré quién eres. Éstas falsas amistades me llevaron a conocer a alguien muy particular.


Con el correr de los meses empezó mi juego. La prestidigitación, la mentira y la manipulación eran mis armas. La jugué de amigo, con una mano le regalaba flores y con la otra afilaba la daga.


Un día, caminando con ella por el barrio de Caballito, la tomé de las manos y mirándola a la cara le mentí. Le dije que la quería, que ella era mi raison d'être. Fueron todos trucos, como el cazador que camina a sotavento para no alarmar a la presa. Le llené el corazón de falsos juramentos y promesas vacías, con la misma facilidad con la que se apaga la llama de una vela, rompí su corazón en miles de pedazos. Cuando ella me entregó su amor yo lo atravesé con el filo de mis palabras. Fui cruel y no tuve piedad. No tomé prisioneros. No hay redención para la gente como yo. Hoy me toca pagar con lágrimas lo que ayer festejé a carcajadas.


Anoche, esa mujer me visitó en mis sueños. Yo estaba arrodillado. Ella se acercó a mi y, tomándome por los hombros, besó mi frente –Estás perdonado- dijo –hay alguien que quiere hablar con vos- Se movió fuera del cuadro, para dar lugar a un hombre muy alto, de barba oscura y sombrero negro. El siniestro hombre me miraba fijo, mientras tanto buscaba algo en su túnica. Sacó un pergamino, lo abrió y se aclaró la voz. Observándome fijamente exclamó –El día que pierdas la espontaneidad dejarás de existir. El día que ya no puedas amar, morirás. No planifiques, no especules, vive libre y felíz. Corre si quieres correr, camina si quieres caminar, pero hazlo. No te sientas atado por tus pensamientos, rompe de una vez las cadenas- Dicho esto, todo se esfumó.


Un ruido me despertó, era la alarma del celular, son las siete menos cuarto. Hora de ir a la facultad. Sacudí la cabeza para despejarme de lo soñado y seguí con mi día. Sabiendo que mi corazón ya no es cuna de aquella maldad.

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