Ella estaba sentada en la computadora, haciendo algún trabajo para entregar. Yo la miraba, sentado desde el sillón, perfecta a mis ojos. Me acerqué cautelosamente, no quería desconcentrarla, le acaricié el pelo y me puse a la altura de su oído. Abrí la pequeña caja de Pandora guardada en mi corazón y le susurré lo siguiente:
“He cometido muchos errores en mi vida y por eso te pido disculpas. Hoy quiero borrar el pasado, pero es imposible. Ya no me quedan ni fuerzas, ni estrategias; creo que ya lo sabés. Aunque hay algo que desconocés y es lo mucho que significás para mi, tanto es así, que la única opción posible es marcharme.”
Saqué un alfiler y la dejé arriba de su escritorio –Ésta es mi rendición incondicional.- Le dije - Mi último regalo es ese alfiler, espero que sepas lo que tenés que hacer. Sólo cuando vuelva a ti, entonces sabrás lo que siento por vos. Eventualmente el tiempo nos dirá que así estuvo bien.- No agregué nada más, no hacía falta.
Me alejé mucho más despacio de lo que me había acercado. Debía irme, empero no quería hacerlo. Cada paso era una despedida, cada paso era irremediable. Me llevó mucho tiempo, pero pude escapar. Caminando por la calle, yéndome sin un lugar en mente dije: -Te equivocaste corazón, se puede fumar y llorar-
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