Cuánto frío en la ciudad y ésta bufanda que nada me abriga. Me tiemblan las manos, incluso con los guantes puestos.
A veces siento que camino en cámara lenta y la gente me pasa por los costados a gran velocidad. Tanto es así que cierro los ojos para no marearme.
Todo me confunde, de todo aprendo ¿De dónde vengo? ¿Adónde voy? ¿Cuánto falta? ¿Quién soy yo? ¿Cuándo empieza? ¿Quién es ella? Muchas preguntas y nadie me da una respuesta clara. Todos contestan con evasivas.
Por las noches, cuando me acuesto a dormir, un torbellino de pensamientos, frases y colores castiga mi agobiada mente. Me levanto de un salto, agarro algo para escribir y plasmo mis ideas, pero me doy cuenta que sólo escribí dos oraciones y encima mal redactadas. Éstas pobres líneas ni siquiera muestran la punta del iceberg de lo que quiero expresar. Como si en el medio de la obra me hubiera olvidado la letra. Así que arrugo el papel y lo tiro muy lejos, para que se pierda en el infinito.
A palabras necias, oídos sordos ¿Pero qué se hace cuándo las palabras son sabias y los oídos necios?
-ding, ding, ding – Escucho de fondo, pero no me gané ningún premio. Es la alarma avisándome que otra vez me equivoqué. Todo lo que sube, baja. Pero el otro día tirando una bola hacia arriba ví que no volvía. No entiendo porqué no se cumplen las leyes de la física.
Me niego a creer que soy uno más del montón, uno más de la estadística. Ya no reniego de mi ser, ya no busco miradas de aprobación. Hoy empiezo una búsqueda, de fines no muy claros. Sólo espero ser capaz de reconocer el objeto cuando lo tenga delante de mi.
¿Para cuándo la película? Harías películas geniales man. Con este relato me acordé del efecto mariposa :P.
ResponderEliminarSaludos, Lord de Lordes.