martes, 7 de diciembre de 2010

Un corazón hermoso, o no

Antes de que se embarquen en ésta pequeña historia, quiero aclarar que no es mía. Es algo que leí hace mucho tiempo y se me ocurrió postearla para que la lean todos, piensen que es algo así como un ‘cover’ de la historia.


En un pueblo algo lejano, la gente se había congregado alrededor de la plaza principal. ¿El evento? Había alguien que se jactaba de tener el corazón más hermoso y perfecto de la humanidad. El público vitoreaba, aplaudía y gritaba, estaban cansados de esperar.


Cuando todos se hubieron calmado salió al escenario un bello joven de no más de treinta años. Los reflectores hicieron centro sobre él y luego de un pequeño silencio se abrió el pecho y dejó a la vista su inmaculado corazón. Todos se asombraron, todos excepto uno. Un señor mayor abucheó y su descontento fue capaz de sobrepasar los clamores de asombro y festejo.


Éste hombre se abrió paso a través de la multitud y finalmente subió al escenario. Mirando a todos los presentes con ojos que expresaban cierta decepción exclamó:


-¿Es este verdaderamente el corazón más hermoso de la humanidad? Éste que está sin usar, completamente sano.- Dio un paso hacia delante y gritó: - ¡Esto es un corazón! – No había terminado de hablar que ya su pecho estaba completamente abierto.


El público se horrorizó y todos, simultáneamente, dieron un paso hacía atrás. El corazón del hombre mayor era imperfecto. Tenía cicatrices, en algunas partes faltaban trozos y en otros lugares esos huecos habían sido rellenados con porciones de corazones ajenos.


-No sean necios – dijo el anciano – Un corazón hermoso no se juzga por lo que se ve a simple vista. Sino que se califica por las historias que fue acumulando y las veces que fue entregado desinteresadamente –


El más joven de los protagonistas se arrimó al dueño del corazón sangrante y lo tomó de un hombro: - He sido un tonto – sollozó – Me dejé engañar por meras superficialidades – Acto seguido se arrancó un trozo de su perfección y la usó para tapar uno de los huecos del órgano del anciano. Ambos rompieron en llanto y se abrazaron como hermanos.


Así termina ésta historia. Tómense un minuto, abran sus pechos y revisen sus corazones. Ocultarse es inútil, porque el amor eventualmente nos encuentra a todos.

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