Dio vueltas por toda la habitación, no se detenía. Estaba desquiciado, se lo llevaban los vientos. Si alguien pudiera haber visto su rostro no le hubiera sido posible determinar si estaba enojado, aburrido, cansado o enamorado. Entre nosotros les digo que ni siquiera yo soy capaz de dilucidar semejante cosa. Los minutos corrían y el hombre no paraba de caminar.
Después de quince o veinte minutos de dar vueltas sin sentido se sentó en una silla que estaba a su alcance. Algo no estaba del todo bien, como cuando estás en una situación y decís ‘acá falta algo’. Metió la mano en el bolsillo de su saco y sacó una tarjeta la cual decía en letras grabadas ‘Realidades S.A.”, acto seguido sacó su celular y marcó unos cuantos números. Luego de un par de tonos redundantes de llamada alguien atendió del otro lado:
-Buenas noches, llamo para darme baja del sistema- Dijo mientras se pasaba la mano por la cabeza acomodándose el cabello y, al parecer, la persona al otro lado del teléfono le hizo una pregunta porque el hombre contestó – Me siento atado, no lo puedo comprender, necesito pensar, necesito estar afuera –
El tiempo seguía transcurriendo, el señor hacía gestos y se mordía los labios. Claramente estaban teniendo en cuenta su petición. Hasta que finalmente dijo – Muchas gracias – y cortó la comunicación. Segundos más tarde, puso cara de alivio, como si estuviera completamente sedado; los ojos se le pusieron blancos y cayó desplomado al suelo.
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