jueves, 11 de agosto de 2011

Tautología


Otro día más que se me hizo completamente tarde. Pero, digamos que me gusta la paz y calma que brinda la noche. Un suave murmullo de los autos al pasar acompaña el hilo de mis pensamientos, que saltan de un lado a otro y rápidamente se entremezclan.

Es durante estos momentos, la noche, donde más valiente me siento. Como si mi capacidad de hacer fuera mucho más grande que mi capacidad de pensar. Parecería, por escasos momentos, que todo es alcanzable. Se me ocurren las mejores frases. Imagino, dando vueltas en mi cama, los mejores amores.

Sin embargo la noche pasa y aparece la mañana. Con el sonar de la alarma se desvanece mi valentía, mi coraje, mis planes, mi yo. Cada paso que me aleja de la cama me arrebata a tirones una parte de mi verdadero yo e incorpora las partes con las que suelo salir a la calle. Es esa…esa maldita armadura, siempre lo mismo.

Y quiero cambiar, realmente lo deseo. Pero me cuesta tanto; todo el tiempo aparece una nueva excusa. La pura verdad es que el cambio aterra y espanta, porque se le teme a lo desconocido, a eso que está por venir que es distinto a lo que se tiene en el presente. Creo que el secreto de los grandes cambios es cambiar algo insignificante. Tal vez si me quedo toda la noche sin dormir y la mañana me sorprende desvelado mi valentía no desaparezca, mi coraje se encuentre inmaculado y mis amores estén en la esquina esperando ¿Quién sabe? Yo seguramente que no.


Ahora, la frase que de alguna forma desencadenó este pequeño texto:

“Quise cambiar al mundo y nada cambió, cambié yo y cambió todo” - Anónimo

lunes, 18 de julio de 2011

El efecto domingo

Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y domingo. Domingo, el séptimo día, día que Dios usó para descansar. Complicado, te agarra esa sensación de vacío que no sabés bien de donde nace, pero la cuestión es que está ahí. A veces arrancás el día cruzado, ni bien te despegás de la almohada y otros atravesás el domingo como si fuera un martes, sin darte cuenta.

Pero bueno, supongamos que te levantaste, pie izquierdo sobre el suelo. Ya está, empezamos para atrás. Entonces pensás ‘¿Pasó algo ayer? ¿Pasó algo en la semana y me está cayendo la ficha tarde?’ Así es como se inicia la problemática dominguera, no tenés ganas de hacer nada, no tenés ganas de sentir nada. Rebobinás los últimos seis días en cuestión de segundos y encontrás el problema ¿Realmente? o ¿Es solamente un comodín para sobre-volar la situación? Da miedo seguir ahondando, quién sabe con lo que te podés encontrar, quizás con eso que en su momento dijiste ‘Bah, no pasa nada ¡A mi qué me importa!’ Te importó, te tocó. Te llegó diferido y con retardo, pero no zafaste. A todo esto seguís sentado en el borde de la cama, con un pie en el piso (el izquierdo), el otro colgando y la mirada perdida.

Ya te despegaste de la cama, almorzaste y se te pasaron cuatro horas y media sin saber como. Se hace la tarde/noche y sentís de nuevo esa incomodidad, como cuando estás en una habitación muy grande que no tiene muebles. Eso que para poder explicarlo tiene que ser domingo. Agitás la mano cerca de la cabeza como si tuvieras el mosquito más molesto zumbándote cerca y decís ‘Basta, dejame en paz’ Sin embargo no se va, se queda.

Pasaron un par de horas más, ya está bien entrada la noche. Desde la silla mirás la cama, tus ojos se detienen en la almohada ‘Me la vas a jugar, ¿no? Ni bien me apoye en vos vas a arremeter sin piedad ¡Vamos! Te conozco.’ Igual eso no te frena, te acostás. Cerrás los ojos…aguantás la respiración porque sabés lo que se viene y, para tu sorpresa, te encontrás con algo distinto. Te encontrás con una idea, un plan, una nueva meta.

Por todo esto y por algunas otras cosas que quedaron sin expresar. Quiero que dejemos de lado a estos domingos que le guardan luto al resto de la semana. Estos domingos que están con la bandera a media asta ¿Por qué? Porque las cosas se disfrutan más cuando no se vive lamentando el pasado. Pero, por sobre todas las cosas, porque el tiempo es lo único que no nos sobra, el resto va y viene. Quiero recalcar justamente ésta palabra, tiempo. Así que si hoy no le pudiste ganar al primer día de la semana, no te preocupés, en siete días hay revancha.

miércoles, 13 de julio de 2011

Ficciones cortas



Estaba acostado, tratando de estudiar un poco. Pero mi cabeza no estaba metida en tema. Una cosa llevó a la otra y terminé viendo cortos en Internet. Algunos me hicieron reír, otros me hicieron llorar. Lloré de corazón, emocionado y feliz. Somos capaces de tanto y no nos damos cuenta. Por una milésima de segundo entendí lo que estaba pasando. Fue todo tan claro que necesité escribir y desahogarme.

Así estamos, acá, sangrando palabras. A veces vamos tan rápido por la vida, mirándonos el ombligo que no vemos más allá del árbol que nos tapa el paisaje. Parezco un disco rayado, sé que no es la primera vez que digo esto. Es que estoy tan cansado de olvidarme de tantas cosas, de lo importante. Eso que siempre se escapa y se esconde a plena vista. Pero existe, está cerca, casi palpable.

El calendario nos apura y no nos da respiro; nos agobia. Pesa tanto decir ‘tengo tantos días para hacer esto y lo otro’ El tiempo se nos escurre como agua entre los dedos ¿Cuánto hace que no le decimos te quiero a nadie? ¿Cuánto hace que no nos tomamos unos minutos para la introspección? Como digo siempre, ¿A dónde estamos? ¿Hacia dónde vamos?

Permitime tomarme dos atrevimientos. El primero, decirte a vos, querido lector que te quiero. Te quiero porque te tomaste el tiempo de leer esto y tal vez sin siquiera conocerme. Quizás ésta pequeña lectura te deje algo, esperemos que así sea. Ahora, mi segunda picardía. Parafraseando a Favio Posca dejame venderte un sueño. Quiero que por diez segundos cierres fuerte los ojos y pienses en eso que más deseas, eso que se anhela con el corazón ¡Nunca dejes de soñar! Porque a la larga o a la corta todo se vuelve posible. Gracias.