viernes, 9 de julio de 2010

La travesía


Caminando por un senda polvorienta, rodeado por pasto y maleza, viajando en este mundo que los humanos llamamos nuestro y lo que no entendemos es que acá estamos de prestado, me encontré con un anciano. Ésta persona cambiaría mi vida en una forma en la que yo todavía no lo sabía. Se paró delante de mí, ataviado con una túnica negra, barba gris y un cayado de madera; y dijo:


-Hola viajero ¿Qué te trae por éstas tierras?-


-Aventura- contesté – El deseo de conocer y explorar-


-¿Aventura…?- replicó, jugando con su barba - ¿Estás seguro de que es ese el motivo? ¿No será tal vez una búsqueda de algo que crees haber perdido?-


Me quedé mirándolo de una forma muy particular, como si estuviera mirando una pintura a la que no le encuentro significado - ¿Perdón? – contesté, mientras me pasaba las manos por los bolsillos como buscando algo – No creo haber perdido nada –


El anciano posó su mano en mi pecho y empezó a decir cosas, palabras confusas, no entendía muy bien. – Si…había algo…justo acá…él sentía…ya no más – balbuceó –


Los nervios se apoderaban de mí, una mezcla de curiosidad y temor. No podía comprender lo que me estaba diciendo, lo único que sabía era que me quería ir. De la manera más gentil que pude le aparté el brazo y le expliqué que me tenía que ir.


Si bien pareció no importarle, a medida que me alejaba lo escuché que dijo algo más:

-Elegí bien, todavía no es tarde, no te rindas. No todo es gris. –


Me di vuelta para replicar, para decirle que estaba loco y que me dejara en paz, pero el anciano había desaparecido.

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