En todo el espectro formado por los instrumentos musicales, no existe alguno capaz de superar la soberbia y hermosura del violín.
Detrás del cristal te vi, detrás del cristal me quedé. Desplegando tu arte con cada nota acribillaste mi corazón. Eras una sirena y suavemente caí en tu hechizo. Mi barco naufragó en el océano que ofrecían tus ojos.
Pero no te preocupes, mi pequeña violinista, nuestra historia jamás será contada, porque jamás sucedió y siempre me voy a preguntar si fuiste una maldición o una bendición. Tu recuerdo es nuestro, de mi sombra y mío.